Estamos
llegando al final de la evaluación y con él la entrega de los boletines de
notas de calificaciones. Cuando yo era pequeño (y no tan pequeño) este momento
lo vivía con cierta angustia y temor. Como si uno no estuviera completamente
seguro de lo que tu maestro iba a decidir y cómo tus padres se lo iban a
tomar.
Creo
que las cosas han cambiado y ahora... seguimos teniendo miedo, pero en este
caso, los educadores. Como orientador, no tengo que dar calificaciones a
niños, pero sí comparto con mis compañeros los maestros cierto temor. Ellos,
incluso los de Educación Infantil, viven este momento con angustia (como yo
cuando era alumno).
Hay
niños que claramente no alcanzan los objetivos marcados, por multitud de causas,
en las que no vamos a entrar. Sin embargo, poner una calificación
“insuficiente” (ya sea con un “punto rojo” o “celeste”; con el famoso “Necesita
Mejorar” o con el modelo que cada uno tenga) se ha convertido en un auténtico
quebradero de cabeza.
Si a un
niño le suspenden una asignatura (se le da “evaluación negativa”, se dice ahora
para que sea menos doloroso), el maestro sabe que, en muchos casos, se enfrenta
a padres que no van a aceptar la decisión, dispuestos a llegar hasta el final
para que se cambie esa nota. Y el maestro sabe, por experiencia, que lleva
todas las de perder, porque tiene poco respaldo (siendo optimista, diría que
ninguno). Si además hablamos de repetir curso (“permanecer un año más en el
ciclo”, es el nombre que se le da, como siempre para que sea menos doloroso),
la situación es más dramática.
Al
final suele ocurrir, que las decisiones pedagógicas no las toman los maestros
que son los profesionales de la enseñanza, sino las familias que, en muchos
casos, están haciendo un daño a su hijo con tales decisiones. Es como si el
propio paciente dijera al médico la medicación que tiene que recetarle. Los
mejor es que los padres hayan realizado un trabajo de prevención. Un niño que
viene presentando dificultades, suele ser anunciado con antelación y seguro que
sus maestros han venido proponiendo medidas.
En
cualquier caso, los niños de 3 a 12 años no están jugándose una oposición, un
título o una beca: la evaluación tiene un carácter informativo y formativo y lo
que debe pretender no es hacer un juicio de valor de su hijo (si es el más
listo o el más guapo), sino en qué aspectos deben estimularle y mejorar. Si
reciben una calificación negativa, los padres deben preguntar: qué se va a
hacer desde el centro con mi hijo y qué puedo hacer yo desde casa.
Fuente: Jesús
Jarque.
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