Cuando en la familia se producen cambios importantes poco nos cuesta a los adultos esgrimir la famosa frase ‘los niños se adaptan fácilmente’… ‘¡ya verás cómo no sufre al empezar el colegio!’, o ‘al fin y al cabo todos os tendréis que acostumbrar, seguro que en un par de días vuestro hijo ya ha hecho nuevos amigos’. Los pequeños se nos antojan igual de flexibles cuando se dan un golpe (‘¡no te preocupes, si son de goma!’) que ante situaciones emocionalmente tensas.
Pero todos los que hemos cambiado de ciudad con niños (o los que habéis matriculado a vuestros peques en otro cole), y además tenemos un poco de sensibilidad, sabemos que los niños sí que sufren cuándo dejan atrás todo aquello que les proporciona estabilidad, y cuándo deben romper lazos afectivos con sus amigos. Intentaremos en este post mostrar cuál sería el papel de los padres cuando se matricula a los peques en una escuela nueva, y qué estrategias tenemos disponibles para mejorar la situación.
No creo que se trate de valorar en intensidad el grado de afectación, sino de comprender que cada uno expresará de una forma diferente el desconcierto, la inseguridad o el estrés. Y por nuestra parte (la de los padres) debemos estar muy pendientes de los signos mediante los que los niños se manifiestan, y también dispuestos a acompañarles y ayudarles si lo necesitan.
Berrinches continuos en un niño de nueve años, negarse a salir al parque en uno de siete, tristeza permanente en uno de cinco, malhumor en uno de once. Hay incluso quien sabe ponerle las palabras exactas a sus sentimientos, pero no esperemos esto (que sería lo ideal) cuando nosotros mismos no utilizamos el lenguaje con el fin de reflejar nuestro estado de ánimo.
Berrinches continuos en un niño de nueve años, negarse a salir al parque en uno de siete, tristeza permanente en uno de cinco, malhumor en uno de once. Hay incluso quien sabe ponerle las palabras exactas a sus sentimientos, pero no esperemos esto (que sería lo ideal) cuando nosotros mismos no utilizamos el lenguaje con el fin de reflejar nuestro estado de ánimo.
Se suele decir que ‘los cambios son para mejor’, y aunque no siempre es cierto, lo que sí que es verdad es que justamente es lo que pretendemos los padres: nos mudamos para mejorar, buscamos una escuela con pedagogías que se ajusten mejor a nuestra forma de ver la educación, queremos que el cole de los niños quede más cerca del trabajo para no tener que dejarlos al servicio de guarda vespertino, etc.
Cómo minimizar el impacto del cambio de cole en la vida del niño
En primer lugar algo que debería saltarme por su obviedad, pero que considero importantísimo: el pequeño debe saber desde el momento en el que tomamos la decisión, qué es lo que va a suceder. Una cosa es que adaptemos el lenguaje que utilizaremos según la edad de los niños, y otra muy diferente es mentirles, y esperar a que falte una semana para el inicio de las clases para revelarles la noticia.
Un lenguaje abierto sin trabas, y una actitud dialogante favorecerán el proceso interno del niño, y le permitirán expresar sus dudas, temores, inseguridades, y ¡claro está! sus negativas y reticencias
Hay un aspecto muy concreto que permitirá agilizar la integración del niño y le hará sentirse más seguro: si los padres se implican conociendo a los profesores, participando en la AMPA, aportando libros para la Biblioteca del Centro, o de cualquier otra forma…la familia accede de forma conjunta al centro escolar y todo se desarrollará con más fluidez. Al fin y al cabo la educación de los niños nos corresponde a todos.
Estrategias sencillas que tenemos a nuestra disposición:
- Visitar el barrio dónde está el nuevo colegio (que puede coincidir también con el del domicilio al que nos hemos mudado), para conocer los equipamientos – biblioteca, polideportivo, parques, zonas habilitadas para senderismo, asociaciones recreativas, etc. -. Siempre es bueno que los niños sepan que su vida no se limita a la permanencia en la escuela, y en estos casos más aún.
- Aprovechar que es verano y tenemos más tiempo libre para intentar conocer a nuevas familias en el parque, o participar en las fiestas de la barriada a fin de familiarizarnos con algunas de las caras que seguro después encontraremos en la puerta del colegio.
- Averiguar cuáles son los proyectos de actividades extraescolares o complementarias que se realizan dentro y fuera del colegio, para que nuestros niños puedan continuar desarrollando sus aficiones.
- Por último debemos ser conscientes de no aumentar nuestras expectativas hasta el punto de que los peques no puedan cumplirlas: no queramos que tengan un grupo de amigos al cabo de 15 días de clase, no pretendamos indagar insistentemente ‘qué aprenden cada jornada’…
A cambio preocupémonos por cómo se sienten, como viven el cambio, y qué podemos hacer para acceder a otros padres y organizar actividades conjuntas
¡¡¡MUY IMPORTANTE!!!
Dicen que cuanto mayor es el niño más problemática es la adaptación. Creo que está mal expresada esta frase, y me voy a explicar: a mayor edad más es su necesidad de independencia y pertenencia a un grupo, por eso en estos casos procuremos la inclusión de los niños en actividades externas según sus preferencias, y confiemos si pasados dos meses ya quiere ir solo con los vecinos a ver cómo juegan en el polideportivo los más grandes.SIEMPRE ES IMPORTANTE ESTABLECER NUEVAS RELACIONES SOCIALES POR PARTE DEL NIÑO CON LOS QUE SON, EN ESTE MOMENTO, SUS NUEVOS COMPAÑEROS O VECINOS. HAY QUE PROCURARLES MOMENTOS EN LOS QUE PUEDAN COMPARTIR JUEGOS Y OTRAS DINÁMICAS SOCIALES
En cualquier caso tengan la edad que tengan, cambiar de colegio no es ‘un plato de gusto’ aunque a la larga sea la mejor opción.
Preparadles, ayudadles, mostradles vuestro amor y acompañadlos… todo será más fácil.
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