martes, 5 de noviembre de 2013

EDUCAR SIN GRITOS

En muchas ocasiones, los padres sienten que pierden el control, chillan a sus hijos y poco después se sienten culpables por ello. Todas las personas tenemos altibajos en el estado de ánimo y hay días en que podemos tener menos paciencia para enfrentarnos a los conflictos que se nos presentan y por eso es compresible que los padres tengan días como éstos y puedan perder en algún momento los estribos.

Pero… ¿podemos hacer algo para conseguir no perder el control en el día a día? La respuesta es Sí.

Es importante darse cuenta y notar como el enfado está aumentando, puesto que nos permitirá poder tomar distancia y salir de la situación para poder relajarnos. Cada persona puede notar su enfado de forma diferente, ya que hay personas que se le tensan los músculos, a otras se les enrojece la cara o las orejas y otros sienten un nudo en el estómago. Una vez reconozcas tus propias sensaciones, habrás dado un gran paso, puesto que esto te dará la oportunidad de poder escoger si salir de la situación de conflicto y tomarte el tiempo necesario para volver de forma más relajada y resolver, en este caso, el problema con tu hijo/a.
Si escoges apartarte y otorgarte unos minutos puedes seguir estos ejercicios, buscando el que creas más efectivo para ti, porque cada persona es diferente y si uno no te sirve o no te sale a la primera no te desanimes, inténtalo con otro, puesto que esto es un entrenamiento y necesita de un tiempo. Alguno de estos consejos son: 
  1. Siéntate en una silla cómoda, relaja las piernas, pon los brazos sobre éstas, cierra los ojos e imagina una situación agradable y positiva para ti, en la que te hayas sentido especialmente relajado/a, como por ejemplo ese día en la playa mientras tomabas el sol o escuchando música tumbado en ese sofá tan cómodo o cualquier escena que se te ocurra. Centra tu atención en las sensaciones que eso te provoca, ya que tu pulso seguramente irá disminuyendo y la respiración se relajará.
  2. Puedes sentarte o tumbarte y cerrar durante cinco segundos los puños y luego relajarlos, centrándote en la sensación de relajación de los músculos. Irás repitiendo esto mismo con varias partes del cuerpo como las piernas, los brazos, el cuello o la cara.
  3. Sentado cómodamente, inspira profundamente y mantén durante varios segundos el aire en los pulmones. Luego suéltalo poco a poco mientras te dices a ti mismo “tranquilidad”, “paz” o aquella palabra que creas que te pueda servir a ti personalmente.

Como ya he dicho, no os desesperéis si las primeras veces no conseguís relajaros completamente, puesto que somos humanos y esto es una habilidad que tiene que ser entrenada. Enorgullécete si las primeras veces consigues darte cuenta de que te estás enfadando y te retiras, ya que eso será el primer paso para no descargar con tus hijos problemas en el trabajo o con la pareja y conseguir una relación padre – hijo más agradable y positiva. 
 
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